Manuel, era un tonto de pueblo. Un joven siempre sucio y desaliñado que hablaba sólo y que le daba patadas a las piedras. Un niño, aunque solo de mente, que despertaba lástima en las viejas del pueblo. Su madre, ya viuda desde el último año de la guerra, vivía recluida en su pequeña choza de madera entre botellas de orujo que la mantenían con vida. Casi nunca salía, y tenía fama de bruja entre los niños del pueblo.
La vida de Manuel transcurría solitaria entre las acequias del pueblo. Él era, a ojos de los demás, tan solo un tonto al que el motor de arriba no le funcionaba bien. Le faltaba algo. Quizás un tornillo o quizás, quien sabe, el amor de una familia que nunca recibió.
A menudo sus brazos aparecían llenos de cortes. No es que le gustase hacerse daño asi mismo, sino que a veces se cortaba intentando construir con ramas y hojas unas alas de pájaro. Quería diseñar unas alas que algún día le permitiesen volar. Soñaba con subir a lo alto del campanario de la iglesia y desde allí, emprender un vuelo, sin más motor que sus brazos, y huir de los insultos y de las pedradas de los niños. Estaba harto de su cama fría y de sus noches sin un cálido beso en la mejilla antes de emprender sus vuelos cada noche. Estaba harto de no ser más que un idiota.
Un domingo, tras pasar la tarde entera construyendo unas alas como las de la lechuza que vivía en la higuera junto al río, se le vio subir a la torre del campanario. ¡Qué hermosa se veía la escuela con su jardín desde allí arriba! Los olivos parecían un verde mar a sus pies. La brisa caliente de agosto le tostaba las mejillas y le acariciaba sus blancas plumas imaginarias. Manuel extendió sus brazos y vio como dos alas enormes se desplegaban. Miro sus pies que ahora eran poderosas garras de halcón y con lágrimas de felicidad, contenidas en sus ojos torcidos, despegó el vuelo como lo haría un mochuelo por primera vez. No sintió dolor, sólo libertad y felicidad por primera vez en su vida. Su risa invadió las calles vacías del pueblo esa tarde de agosto, que todos recordarían como el día en el que Manuel se fue volando para siempre.
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